El otro día hablando con una compi de la oposición decíamos que las críticas que últimamente se vierten contra los funcionarios son tan injustas como carentes de fundamento. Es como si los funcionarios fueran ahora culpables de todos los males cuando, en la época expansiva de la economía, nadie se acordaba de ellos y de sus sueldos radicalmente inferiores a los de la empresa privada. Además, comentábamos también que este tipo de críticas son especialmente frustrantes para los opositores. Me explico, los funcionarios que aguantan estas críticas al menos tienen el consuelo de su plaza, mientras que nosotros nos sentimos identificados con ellos porque queremos pertenecer al colectivo pero aún no tenemos esa capa de aceite que te debe recubrir el cuerpo cuando te ves en la lista de aprobados y que hace que todo esto te resbale (relativamente) durante el resto de tu vida.
Quiero compartir aquí una carta redactada por un funcionario anónimo (al menos anónimo para mí) que pienso que retrata a la perfección lo que está ocurriendo. Ha circulado mucho, lo mismo ya la habíais leído. A mí me ha encantado así que aquí os la dejo.
Resulta que en la década prodigiosa del pelotazo, cuando media España se lo llevaba caliente a casa, cuando un encofrador sin estudios se embolsaba tres mil euros, cuando hasta el último garrulo montaba una constructora y en connivencia con un par de concejales se forraba sin cuento, cuando un gañán que no sabía levantar tres ladrillos a derechas se paseaba en Audi, los funcionarios aguantaban y penaban. Nadie se acordaba de ellos. Eran los parias, los que hacían números para cuadrar su hipoteca, hacer la compra en el Carrefour y llegar a fin de mes, porque un nutrido grupo de compatriotas se estaba haciendo de oro inflando el globo de la economía hasta llegar a lo que ahora hemos llegado.
Y ahora que el asunto explota y se viene abajo, la culpa del desmadre… es de los funcionarios!. Los alcaldes, diputados y senadores que gobiernan la cosa pública a cambio de una buena morterada no son responsables de nada y nos apuntan directamente a nosotros: somos demasiados, hay que ultracongelarnos, somos poco productivos. Los responsables bancarios que prestaron dinero a quienes sabían que no podrían devolverlo tampoco se dan por aludidos. Todos los intermediarios inmobiliarios, especuladores, amigos de alcalde y compañeros de partida de casino de diputado provincial no tenían noticia del asunto. Nosotros sí. Como diría José Mota: ¿Ellos? No. ¿Nosotros? Si. Siendo así que ellos? No. Por tanto, nosotros? Si.
La culpa, según estos preclaros adalides de la estupidez, es del juez, abogado del estado, inspector de hacienda, administrador civil del estado que, en lugar de dedicarse a la especulación inmobiliaria a toca teja, ha estado cinco o seis años recluido en su habitación, pálido como un vampiro, con menos vida social que una rata de laboratorio y tanto sexo como un chotacabras, para preparar unas oposiciones monstruosas y de resultado siempre incierto, precedidas, como no podía ser de otra forma, de otros cinco arduos años de carrera. Del profesor que ha sorteado destinos en pueblos que no aparecen en el mapa para meter en vereda a benjamines que hacen lo que les sale de los genitales porque sus progenitores han abdicado de sus responsabilidades. Del auxiliar administrativo del Estado natural de Écija y destinado en Barcelona que con un sueldo de 1000 euros paga un alquiler mensual de 700 y soporta estoicamente que un taxista que gana 3000 le diga: joder, qué suerte!, funcionario.
La culpa es nuestra. A poco que nos descuidemos nosotros los funcionarios seremos el chivo expiatorio de toda una caterva de inútiles, vividores, mangantes, políticos semianalfabetos, altos cargos de nombramiento digital, truhanes, pícaros, periodistas ganapanes y economistas de a verlas venir que sabían perfectamente que el asunto tarde o temprano tenía que petar, pero que aprovecharon a fondo el momento al grito de mientras dure dura! y que ahora, con esa autoridad que da tener un rostro a prueba de bomba, se pasan al otro lado del río y no sólo tienen recetas para arreglar lo que ellos mismo ayudaron a estropear, sino que, además, han llegado a la conclusión de que los culpables son... ¡tachán!...los funcionarios!.
Soy funcionario. Y además bastante recalcitrante: tengo cinco títulos distintos. Ganados compitiendo en buena lid contra miles de candidatos. ¿Y saben qué? No me avergüenzo de nada. No debo nada a nadie (sólo a mi familia, maestros y profesores). No tengo que pedir perdón. No me tocó la lotería. No gané el premio gordo en una tómbola. No me expropiaron una finca. No me nombraron alto cargo, director provincial ni vocal asesor por agitar un carnet político que nunca he tenido.
Aprobé frente a tribunales formados por ceñudos señores a los que no conocía de nada. En buena lid: sin concejal proclive, pariente político, mano protectora ni favor de amigo. Después de muchas noches de desvelos, angustias y desvaríos y con la sola e inestimable compañía de mis santos cojones. Como tantos y tantos compañeros anónimos repartidos por toda España a los que ahora algunos mendaces quieren convertir, por arte de birli-birloque, en culpables de la crisis.
Amigos funcionarios, estamos rodeados de gente muy tonta y muy hija de puta.
PD. Si alguien, en cualquier contexto, os reprocha -como es frecuente- vuestra condición de funcionario os propongo el refinado argumento que yo utilizo en estos casos, en memoria del gran Fernando Fernán-Gómez: ¡¡váyase Usted a la mierda, hombre, a la mierda!!
Totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarLa verdad es que sólo se acuerdan de los funcionarios cuando hay que hacer recortes.
Sin embargo, nadie se acuerda de ellos para enaltecer su labor: policías manteniendo el orden, bomberos salvando vidas, médicos curando enfermedades, maestros educando a niñatos, servicios sociales aguantando problemas, y también nosotros, TICs facilitando los trámites electrónicos...
Cuando nos recuperemos de esta gran crisis, me sé de unos cuantos a los que les subirán el sueldo... y me sé de otros casi 2 millones, a los que no nos los subirán.
Hombre, estoy de acuerdo, yo también oposito, pero una cosa es cierta, nadie te obliga a ser funcionario toda la vida, si durante las vacas gordas prefieres trabajar para la administración es tu elección. Quizás sea más rentable que en esos momentos se trabaje en la privada y se vuelva a la pública cuando escasea el empleo privado, aprovechando ese colchón que supone el haber sacado una plaza en la Administración. Es asombrosa la poca rotación que hay en la empresa pública, no es que no te puedan echar, es que no se quiere ir nadie!! quizás sea porque al final es un trabajo cómodo y aunque lo hagas mal no te van a echar... q también hay mucho inútil para trabajar entre los funcionarios, por muy lumbreras y empollones q hayan sido...
ResponderEliminarEfectivamente, cuando la economía vuelva a ir bien de nuevo se olvidarán de los funcionarios, de ellos y de restaurarles el sueldo que tenían, por supuesto ...
ResponderEliminarAnónimo estoy de acuerdo con lo que dices, tienen la opción de irse a la privada, pero claro, la privada ahora no contrata y luego por otro lado conozco a muchos funcionarios que adoran su trabajo, que sienten una verdadera vocación y no quieren marcharse. Es complicado y, en el fondo, cuando me metí en esto asumí que esto puede pasarme, el Estado podrá jugar con mi sueldo, por supuesto, pero creo que si eso pasa, al menos el resto de la sociedad no debería aprovechar para condenar a los funcionarios, pedir que les despidan ... etc.
Muy de acuerdo con todo ello CeNedra.
ResponderEliminarEspero que podamos seguirnos leyendo mucho tiempo en nuestros respectivos blogs (de opositores o de funcionarios) a pesar de que figuramos en el punto central de las dianas de toda la sociedad. No sé cómo te planteas tú la situación tras las últimas noticias. Si quieres saber cómo lo hago yo visita mi blog y lee mi última entrada.
Estoy triste... pero con ganas de luchar.
Ánimo y suerte para tus próximos exámenes.